Restart Story

"Ahora que sabes esto, regresa a tu planeta. Informa a tus jefes y a los dirigentes del mundo que la raza de los Ancianos se dispone a regresar y recuperar lo que es suyo."\n\nEl astronauta regresó y reprogramó la computadora para realizar el regreso. Le esperaban otros cientos de miles de años de sueño criogénico de regreso.\n\nDe pronto, cuando ya comenzaba a llegarle el sueño, se le ocurrió que probablemente la Tierra sería ahora muy diferente, y el recuerdo del astronauta que salió en misión científica ahora habría desaparecido de todos los anales de la historia.\n\nSi es que encontraba aún algo de su planeta [[a la vuelta|La mañana]]...\n
[[CHAC|CHOC]]
Como todos, alguna vez hemos expresado algún deseo en voz alta, una mera imagen estereotipada, algo en lo que en circunstancias normales nunca hubiéramos pensado seriamente más de cinco minutos.\n\nPero para su sorpresa, fue tomado muy en serio. Vio a su padre gritar al resto de la familia defendiendo su "deseo", con la misma cara exaltada con la que discutía sobre sus ideales políticos con su madre. Y luego se vio a sí mismo preparándose para entrar como aprendiz. Y se vio a sí mismo superando los arduos exámenes de ingreso.\n\nY ya no se vio capaz de decir "en realidad yo no quería eso".\n\n[[Pero no conviene alejarnos mucho del tema.|Toda historia tiene un comienzo]]
Cuando el astronauta salió de su nave en el interior de la cápsula monoplaza, no pudo creer lo que veían sus ojos. En el lugar que hasta un escaso minuto atrás había parecido una zona vacía del espacio, se abrió de repente (como si el tejido mismo del espacio se curvara hacia adentro) dejando ver un planeta y un sol que hasta entonces habían permanecido ocultos.\n\nUna música extraña y hermosa comenzó a sonar desde el interior de su radio. "¿Cómo puede ser?", se preguntó Aleksandr. "¿Quién la está transmitiendo?"\n\n"Yo la estoy transmitiendo. Esa es la música que te ha traido allí."\n\nEl rostro de un hombre apareció de repente frente a sus ojos. Una proyección holográfica, probablemente. Pero... ¿qué tipo de proyector podría crear una proyección de miles de verstas de longitud en la absoluta negrura del espacio?\n\n"Soy uno de los antiguos miembros de la raza de los Ancianos. Juntos hemos construido tu tierra cuando aún el ser humano era poco más que un mono erguido. Hemos cuidado de vosotros en la distancia, e incluso hemos adoptado la personalidad de muchos de vuestros ancestros. Yo mismo fui Andronikos IV Paleologos, emperador de Bizancio durante cuatro años."\n\n"Mi propio padre me arrancó uno de los ojos. [[He ahí el pago que recibí por mis servicios al hombre.|El retorno]]"
"Así que regresé a Moscú para contar mi mensaje. Pero, como imaginarás, tras un viaje tan largo, Moscú había cambiado mucho. Ya nadie me reconocía ni se acordaba de mi misión, así que tuve que pasar por mendigo... y esa es mi historia."\n\nEl hombre dejó su guitarra apoyada en el banco y se acostó en la dura piedra.\n\n"Estoy tan cansado...", dijo.\n\nAnna miró al cielo. Ya comenzaba a oscurecer, y desde luego comenzaba a ser una hora en la que una muchacha de buena familia decente no debería estar recorriendo las calles. Pero aun así se resistía a abandonar a aquel hombre a su suerte.\n\n"Señor. Señor..."\n\n"Humm", abrió los ojos, "¿Sí?"\n\n"Esta es una noche muy fría. No debería estar durmiendo aquí."\n\n"Ah, no se preocupe, señorita. Sólo descanso un momento. Luego volveré a mis aposentos. Tengo una mansión escondida, ¿sabe?"\n\nUna mansión escondida. "Pobre criatura enferma", pensó.\n\n"Si quiere puedo acompañarle a algún hospicio por esta noche..."\n\n"No, no se preocupe. No es decente que una señorita sola se ponga a acompañar a un viejo como yo. Pierda cuidado, no estaré aquí mucho tiempo."\n\nDicho esto se giró y [[siguió durmiendo|La mañana]].\n\nAnna todavía quedó unos momentos junto al banco, dudando. Luego meneó su cabeza y salió del parque a toda prisa. Desde luego no podía hacer nada por él.
History.prototype.originalDisplay = History.prototype.display;\n\nHistory.prototype.display = function (title, link, render)\n{\n if ((render != 'quietly') && (render != 'offscreen'))\n removeChildren($('passages'));\n \n this.originalDisplay.apply(this, arguments);\n};\n
Un crujido resuena. Juan siente que su pierna se aprieta más, haciendo su posición aún más intolerable.\n\nUn grito suena al otro lado de la roca.\n\n"¿Melitón?"\n\nEl grito se acrecienta, un chillido atroz, que se torna en un gorgoteo grotesco.\n\n"¡Melitón, hableme por el amor de dios!"\n\nDe repente, al otro lado, silencio.\n\n"¡Melitón, por su madre, por lo que más quiera, hábleme usted!"\n\nJuan solloza, y sus lágrimas se mezclan con el polvo del túnel.\n\n"Por el amor de dios Melitón hábleme, por Dios, por lo que más quiera..."\n\nSilencio.\n\n"¡Melitón!"\n\n[[Silencio.|CHOC]]
"Salí de mi vehículo volante y ví... Ví como si el aire se abriera, y allí un planeta, donde un ser me comunicó su mensaje. Escucha el mensaje."\n\nEl mendigo tomó una vieja guitarra maltrecha de su banco y comenzó a tocar una música maravillosa. Anna no podía creer lo que escuchaba.¡Era la sonata K.380 de Scarlatti! Magníficamente interpretada, pese a la pobreza del instrumento. ¿Cómo podía ser que aquel hombre la conociera? Probablemente en otra vida, aquel pobre loco habría sido un gran músico enloquecido por la bebida... o algo peor. En su mente se agolpaban las hipótesis. Tal vez un corazón destruido... ya se sabe que el amor puede causar terribles daños en la mente de los hombres.\n\n"Bravo", aplaudió Anna cuando el mendigo terminó su interpretación. "Bravo, es una música maravillosa."\n\n[[El mendigo|El sueño del mendigo]] le respondió con una mueca decepcionada.\n\n"No es una música cualquiera. Es un mensaje. Un mensaje de los seres del más allá. Andronikos IV Palaiologos mismo me la recitó."
Cinco son, desde la noche más profunda de los tiempos. O tal vez no son Cinco, y el apelativo de "los Cinco" es nada más que un poco de madera para avivar el misterio.\n\nMuchas veces pienso cómo pudieron perdonarle la vida a mi padre, aunque supongo que el llevar milenios sobre esta tierra les ha vuelto seres prudentes.\n\n[[Pero no conviene alejarnos mucho del tema.|Toda historia tiene un comienzo]]
De pie, con la gorra arrugada entre los puños y la mirada fija en una esquina del gabinete del [[Bibliotecario|¿Bibliotecario?]], el joven [[aprendiz|Un deseo en voz alta]] transmite un aspecto de absoluta desolación. Siempre que llega el momento del examen anual y los nervios comienzan a acumularse en la boca de su estómago, se le puede ver en una posición de quietud semejante.\n\nEl Bibliotecario entra con una inmensa pila de libros polvorientos, mucho mayor de lo que cabría esperar que un hombre de su edad pudiera levantar.\n\n- ¡Pero bueno, criatura! ¡Alegra un poco esa cara! Vienes a hacer [[un examen|El examen]], no a que te despellejen.
[[NO PUEDO|.]]\n\ncuando el sindicato y la empresa se pusieron de acuerdo para decir que la mina era segura. Así que vino el pinche tipo aquel limpito con su gorro de minero brillante y dijo "la mina es segura"\n\n[[ATRAPADO]]\n\nsegura la chingada segura, ya te quería yo ver aquí laborando, carajo
"¿Cree usted que nos van a sacar?"\n\nEl silencio le espera por respuesta.\n\n"¡Melitón! Hábleme, por Dios, no se me calle."\n\n"Aquí estoy, no me he ido."\n\nResuena una carcajada seca y áspera.\n\n"¿De qué se ríe usted?"\n\n"Pues que más vale que guarde tantito el poco aire que le queda, compadre, porque de aquí [[no vamos a salir vivos]]."
El capitán abre la puerta, y Jane Grey sale de ella, seguida de su sirvienta y del abad John Feckenham.\n\n"Señora, hemos venido a conducirla hacia Tower Green."\n\n"Lo se. Hagan su trabajo."\n\nEn silencio, caminan a través del pasillo primero, y luego hacia unas escalinatas. Las piernas de Jane tiemblan pese a su voluntad, y en un momento determinado están a punto de hacerla desfallecer y caer. John se adelanta a socorrerla.\n\n"No." le para Jane suavemente con la palma extendida. "Dejad que me levante por mí misma."\n\nTrabajosamente se levanta y el grupo continúa su fúnebre marcha. "He aquí a una digna mujer.", piensa admirativamente el soldado joven.\n\nMinutos más tarde, llegan en presencia del [[verdugo|La muerte de Jane Grey]].
[[CHICO|Todas las historias tienen un final]]
Claro, llamarle [["Bibliotecario"|El Bibliotecario no es un bibliotecario]], para alguien que no pertenece a nuestra especie, puede dar lugar a confusiones. De la misma manera que llamar [["libros"|Libros]] a lo que él guarda, también puede generar una idea equivocada sobre su tarea.
El Bibliotecario conduce a su aprendiz más allá del pequeño gabinete, a través de la estrecha puerta metálica apenas entrevista tras la estantería de los mapas. Juntos descienden una estrecha escalera iluminada con lámparas de gas. Más allá de la vieja barandilla de madera, la oscuridad es absoluta, sin embargo el eco de los pasos hace intuir que penetran en una sala de grandes dimensiones.\n\nPor un momento, el aprendiz, viendo la silueta del anciano Bibliotecario, cargado de libros, se pregunta si él mismo acabará [[así|El tiempo]].\n\nPor fín llegan a la base de la escalera. El Bibliotecario hace un gesto a su aprendiz para que desenganche la última de las lámparas de gas, y éste le sigue (estirado y tembloroso en su desconcierto) a través del pulido suelo de mármol hasta llegar a una plataforma entre [[tres atriles]] dispuestos en un triángulo equilátero.
[[CHOC|CHIC]]
y recuerdo que una noche pensé\n\n[[NO HAY SALIDA|....]]\n\npensé que era mejor laborar de trabajar el campo como mi padre que hincharme los pulmones de polvo en las minas nomás pero\n\nA mi mujer le gustaba que le acariciara los pies, se ponía muy tonta la
"...Y entonces fuí enviado durante miles de años de sueño, en una misión por mi país, a los confines del celeste espacio estrellado."\n\nAl principio, Anna Mijaílich se había sentido tan aterrorizada por aquel hombre que el terror mismo la había paralizado. Ni siquiera se había sentido capaz de gritar o correr para pedir ayuda. Se había quedado sentada, aferrando la tela de su falda, contemplando con los ojos de un cervatillo herido a aquel hombre borracho y maloliente del banco del parque, que vociferaba sus locuras de enfermo y agitaba sus mugrientas uñas en el aire.\n\nPero luego, el terror fue dando paso a una callada fascinación. El hombre estaba loco, sí, pero su locura era terriblemente fascinante. Probablemente, pensó, el mendigo debió ser un hombre inmensamente carismático en otro tiempo... antes de que quedara reducido a aquello.\n\n"A una galaxia más allá de todo lo conocido. Mucho más allá de los anillos de saturno, y de la última estrella rutilante en el cielo de Moscú.", proseguía el pobre hombre, "Fuí congelado y despertado de mi congelación para poder soportar el viaje. Renuncié a mis amigos y a todo ser conocido. ¡Imagina tan terrible viaje!"\n\nAnna pensó que el mendigo hablaba sin duda de su [[soledad|La soledad del mendigo]].
"Quiero ser el Bibliotecario" dijo en una ocasión, años atrás, cuando apenas era un retoño. Por supuesto que afirmaciones tan categóricas en alguien tan joven son usualmente tomadas con una pizca de sal, pero su padre siempre había sido de esa raza de idealistas que intentaron derrocar [[el gobierno de los Cinco]] en la novena guerra civil, y creía de todo corazón que su hijo merecía una oportunidad de llevar a cabo sus sueños más íntimos en un entorno libre.\n\n[[Lo cierto es que su hijo nunca quiso eso, en realidad.]]
[[DOLOR|..]]\n\nen viniendo a Pasta de Conchos mi mujer me dijo "Juan, besa a tu niña que hoy no verás el día"\n\n[[CRUJE|...]]\n\ny no recuerdo que fue lo que quería, pero quería una vida mejor
El minero vuelve en sí. Todo está oscuro. Siente una presión muy fuerte en la pierna, y aunque no le aprietan ahora mismo, nota que los brazos y el tronco no tienen mucho más espacio.\n\n"¿Qué ha pasado...?"\n\nRecuerda una luz blanca y roja, luego un golpe y... y ahora está aquí. En la oscuridad más absoluta. Poco a poco el descubrimiento va adentrándose en su mente. Hubo una explosión. "De gas metano, ¿qué si no?" y ahora está atrapado. Enterrado vivo.\n\n"¡Meliton!", grita.\n\nSilencio.\n\n"¡Melitoooon compadre! ¿Está usted ahí?"\n\nUna voz muy débil se escucha lejana en alguna dirección a través de la roca.\n\n"[[Aquí estoy compadre.]]"\n\n"[[¿Está usted bien?]]"\n\n"Me duele mucho compadre, me duele..."
Un guardia descubre al mendigo en el banco por la mañana. Con su bastón le mueve ligeramente.\n\n"Eh, mendigo"\n\nEl mendigo permanece quieto.\n\n"Eh, este no es lugar para dormir..."\n\nPero de pronto se da cuenta. [[El hombre está muerto|CHAC]].
En el cuarto de guardia, el joven soldado espera de pie a que llegue su capitán. Hoy es un día especial. Va a asistir a la ejecución de una reina.\n\nDesde luego no es la primera muerte que ha presenciado. Ya vio morir poco antes al traidor de su marido, el protestante Lord Guilford Dudley. Le vio suplicar por su vida como un cerdo acobardado, y fueron sus manos las que le aferraron la cabeza al tocón de madera poco antes de que cayera el hacha del verdugo.\n\nSi hay algo que el soldado soporta de mal modo es a la gente cobarde. Espera por su bien que [[la reina|Confesiones a un amigo]] se comporte de forma más digna.\n\n"Si algún día yo fuera condenado a muerte", piensa ociosamente mientras hace descansar su peso de una pierna a la otra "me comportaría como debe hacerlo un soldado."\n\nSu capitán entra por la puerta.\n\n"Vamos, ha llegado [[la hora|La hora de la verdad]]."
El auxiliar del Bibliotecario
Son puertas. Puertas a otros tiempos, a otros intelectos. El Bibliotecario es el Guardián de Todas las Puertas.\n\n[[Pero como íbamos diciendo...|Toda historia tiene un comienzo]]
El sacerdote contempla a la joven que, sentada en un banco junto a la ventana enrejada, mira hacia el exterior, hacia la calle junto a la torre de Londres. Tan sólo una palidez en el rostro deja transparentar su miedo, pues en todo lo demás su aspecto es el de una gélida tranquilidad.\n\n"No voy a confesarme si es lo que estáis pensando, capellán John" murmura Jane, sin girar la cabeza. "Soy protestante, y vos sois un sacerdote católico."\n\nEl sacerdote recorre con su vista la habitación. Ni los retratos ni la rica manufactura de los muebles son capaces de ocultar que el lugar es una celda. La ventana enrejada y la gruesa puerta de madera revelan este hecho.\n\n"No, no voy a insistiros, señora. Pero quisiera que me hablárais... como a un amigo."\n\nJane giró la cabeza lentamente y le contempló con una desamparada fijeza, como de sorpresa.\n\n"Quiero que hablemos, nada más. Antes de que lleguen los [[soldados|La hora de la verdad]]. Que me confiéis lo que hay en vuestro pensamiento."\n\n"¿Y qué queréis que piense, si no es en que me van a matar?"\n\nY a pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, las lágrimas comenzaron a brotar silenciosas por su pálido rostro.\n\n"Es sólo una niña", piensa el [[sacerdote|Confesiones a un amigo]], acariciando sus cabellos.
"La roca me tiene pillado mal, yo creo que se mueve."\n\n"Ande y no diga huevadas, Melitón. La piedra está bien quieta. Los que nos movemos somos nosotros."\n\nUna carcajada seca se escucha al otro lado.\n\n"¿De qué se ríe usted?"\n\n"Pues que más vale que se vaya dando cuenta que no nos vamos a mover porque de aquí [[no vamos a salir vivos]]."
El verdugo tiene un aspecto casi animal, con sus gruesos brazos, y los gordos dedos de sus manos, la más que leve curvatura de su espalda y sus ojos hundidos en su prominente frente.\n\nTodos sus gestos tienen también esa misma calidad brutal, bruscos y rápidos al tomar los objetos, o sus miradas hoscas y afiladas por el odio al observar a las personas. Aún más, da la incómoda impresión, al encontrarse a su lado, de que en su mente no existen distinciones entre objetos y personas. A una persona así, le podría parecer a un observador externo, no le causaría el menor malestar de conciencia provocar infinitas torturas y horrorosos padecimientos a un ser humano.\n\nCon rápidos gestos, el verdugo afila el hacha, mientras unos metros frente a él, los pocos asistentes a esta ejecución privada comienzan a tomar asiento. [[Soldados|La hora de la verdad]] en su mayoría, pues la reina Mary no ha querido asistir.\n\n"Cargo de conciencia por haberse visto obligada a ejecutar a [[Jane|Confesiones a un amigo]], sin duda.", piensa para sí, mientras recorre con su mirada encendida las caras de los asistentes.\n\n[[Nadie le mira a los ojos.]]
Primero son sonidos aislados, un ruido blanco en las esquinas de la consciencia.\n\nLuego es el golpetear de la lluvia sobre una ventana enrejada de piedra, allá fuera la noche de Londres, las luces de los faroles y en el interior de las casas de los burgueses. Un ladrido de un perro aterido de frío.\n\nEn el interior de la torre, una mujer, apenas una niña, recibe la visita de un [[sacerdote|Sólo una niña]] en su habitación junto a su sirvienta, mientras un joven [[soldado|La espera]] espera en el cuarto de guardia a que llegue su capitán. Allá abajo, en el cadalso, el [[verdugo|Un hombre brutal]] afila su hacha.
"Éste es el momento."\n\nEl anciano ensambla los tres polvorientos libros sobre los atriles, elevando sus cuñas de proyección y conectándolas a los aros de guía. Desde el interior de los tres motores, un zumbido constante comienza a ascender.\n\nEl espacio se curva a través de los tres aros, y una luz tenue se puede distinguir a través de ellos. Una luz fantasmal, proviniente de otro mundo. Desde el centro de la plataforma, se puede percibir como si el aire mismo se rasgara y dejara abierto un pasadizo oscuro hacia un iluminado "interior".\n\n"Bueno", murmura el anciano. "Ha llegado la hora de la verdad, chico. Elige."\n\nEl aprendiz recorre con su vista los tres agujeros.La luz de cada uno de ellos tiene una calidad extrañamente distinguible.\n* [[Un pálido resplandor rosado]]\n* [[Un brillo nocturno, de un frío celeste]]\n* [[Una luz espectral y lejana, como de miles de años luz]]
Los niños se sienten injustamente tratados por sus mayores. Los adultos añoran la infancia. El joven, lleno de rabia, repudia la autoridad de quien desea doblegar su voluntad. El anciano olvidó lo que significa dirigir la vida mediante su propia voluntad.\n\nEn momentos puntuales, sin embargo, el anciano se mira al espejo y se recuerda a sí mismo de niño, los colores, las sensaciones puras, la esperanza... y se pregunta cómo pudo acabar [[así|El examen]].
Jane avanza hacia el tocón de madera. Mira a los soldados que la observan. "Se siente perdida", piensa el sacerdote. "Es sólo una niña..."\n\n"Buena gente", dice en un hilo de voz, que resuena pese a ello en todos los rincones de la estancia. "He venido aquí a morir, pues por ley estoy condenada a ello. El acto contra su alteza la Reina fue ilegal, sin duda, así como el consentimiento a ello por mi parte...", mira al sacerdote, que asiente con la cabeza, intentando infundirle ánimos. Jane aprieta los labios. "Pero en lo concerniente al procuramiento o deseo de ello por mi persona o en mi nombre, me lavo las manos en señal de inocencia a día de hoy, ante Dios y ante vosotros, buena gente cristiana."\n\nSe arrodilla en el suelo. Su figura fragil contrasta con la de los morenos y groseros soldados sentados en las sillas. Un rezo, apenas un murmullo, se escucha de sus labios. "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia... Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones..." Luego se levantó y entregó sus guantes y su pañuelo a su llorosa sirvienta.\n\nEl verdugo, un hombre de aspecto brutal, parece temblar como una hoja cuando dice: "Señora... ¿Me perdonaréis por lo que voy a hacer?"\n\n"Yo os perdono, señor" responde, mirándole sin temor a los ojos. "Espero que deis cuenta de mí con rapidez."\n\nJane se acerca al tocón de madera. Hay marcas de sangre mal lavadas en su superficie, y un paño blanco, que recoge con sus delgados dedos blancos.\n\n"¿Me la cortaréis antes de que repose mi cabeza?"\n\n"No, señora...", murmura el verdugo.\n\nJane se venda los ojos con el paño blanco. Avanza, y tropieza sin encontrar el tocón de madera. Rompe a llorar.\n\n"¿Qué puedo hacer? ¿Dónde está?"\n\nEl sacerdote se acerca rápidamente. "Tranquila, tranquila..." y con sus manos la hace llegar hasta él.\n\nJane reposa la cabeza. El verdugo levanta el [[hacha|CHAC]].\n\n"Dios, en tus manos encomiendo mi alma..." murmura Jane.
pero mis niñas son rufianas y revoltosas como Dios no ha visto, mal parece que las haya criado el Diablo. La mayor dice que quiere enseñarse de maestra. Y yo con mi dinero no\n\nmi hermano me dijo "vente con tu mujer a Saltillo", pero el siempre fue el oveja negra y no me fié ni de el ni de sus negocios, mejor ser minero y pobre que acabar\n\n[[PRESION|.....]]
"¡Chico! ¡Chico!"\n\nEl Bibliotecario abraza el cuerpo sudoroso del aprendiz en el suelo. Por un momento no sabe dónde se encuentra. Contempla la cara del anciano como si fuera la de un desconocido.\n\n"Tranquilízate. Es normal después de la primera entrada... Lo has hecho muy bien. Estoy muy sorprendido. Nadie es capaz de conservar tanto el control en el primer examen. Creo que vas a ser un magnífico Bibliotecario..."\n\nEl joven mira al anciano. "¿Es esto lo que te ves obligado a hacer cada día?", piensa. Siente una fuerte punzada de compasión por el viejo solitario. "¿Cómo puede vivir así?"\n\n"Es necesario", susurra el anciano, como respondiendo a sus pensamientos.\n\nContinúan abrazados en el suelo de la plataforma. El ruido de los motores es perfectamente audible en el fondo de la habitación.\n\n"Es absolutamente necesario. La humanidad debe recordar... ¿Comprendes? No podemos permitirnos el lujo de olvidar..."\n\nPor un momento, tembloroso y sudoroso en el suelo de la habitación, el joven piensa que tal vez sí, tal vez él podría ser un buen Bibliotecario.
"John, ya sabéis que nunca quise ser reina. Me colocaron a la fuerza una corona que nunca me sirvió más que para vivir encerrada en esta torre, a las órdenes de mi marido... Y ahora, días después, se me condena por alta traición, por culpa de una revuelta organizada por mi padre y en la que no he tenido nada que ver..."\n\n"Lo se, lo se." murmura el capellán.\n\n"Y..." solloza ya sin consuelo posible Jane. "...y hace tan sólo hace unas horas hicieron pasar por delante de mi ventana el carro con los restos de mi marido. Su cabeza separada del cuerpo y sus ojos sin vida, en blanco, para que lo viera... Para que supiera cuál iba a ser mi destino."\n\nLa sirvienta de Jane, que hasta entonces había estado en silencio en una silla al otro lado de la habitación, se acerca a su señora temblorosamente a entregarle un pañuelo. "[[La imagen misma del terror|Nadie le mira a los ojos.]]", piensa el sacerdote.\n\n"Gracias, querida." Aún en su tristeza, Jane sabe ofrecer una encantadora sonrisa de agradecimiento al secarse las lágrimas. Luego apoya la cabeza contra la pared. La lluvia cae al otro lado de los barrotes, y unas pocas gotas mojan su vestido.\n\n"Señora, alejaos de la ventana. La lluvia puede..."\n\n"¿Puedo enfermar, decís?" Jane casi rie. "¿Sabéis lo que más echo de menos, John? Mi vida con Catherine. Fue la única madre que de verdad tuve. Al menos la única persona que me trató como tal... Creo que es el único momento en mi vida que fui verdaderamente feliz."\n\n"Seréis feliz como no lo habéis sido nunca, cuando estéis junto a Dios nuestro señor."\n\n"¿De veras creéis que iré con él... aunque sea de otra creencia que vos?"\n\n"No conozco a otra persona que lo merezca más, señora."\n\nDos rotundos golpes resuenan en la puerta. El rostro de Jane se troca en una mueca de espanto.\n\n"No, mi niña... no dejéis que os vean así." El sacerdote la abraza y le susurra al oído. "Sed digna en todo momento. No les déis la satisfacción de veros sufrir."\n\nJane asiente. Se separa del sacerdote y camina temblorosa hacia la puerta.\n\n"[[Adelante.]]"\n\nAllá abajo, el verdugo la espera.
El astronauta despertó de su sueño criogénico. Su nave, "Viajera del Tiempo", le había llevado durante cientos de miles de años terrestres a través del inmenso vacío del espacio, "la última frontera", hasta su destino.\n\nAllí se encontraba, fantásticamente hermosa, la galaxia en espiral barrada NGC1512. Desde donde se encontraba, se podían distinguir a la perfección los puntos extremadamente luminosos de los cúmulos de estrellas en formación en el anillo que la rodea, y las nubes de polvo y gas que la rodean.\n\nPero no era exactamente la galaxia su destino, pensó el astronauta mientras se enfundaba su traje de vacío, sino un punto a unos cien años luz de ella. [[Un punto|El planeta escondido]] aparentemente inocuo del espacio del que sin embargo se habían recibido las lecturas de energía más inquietantes. Cuando la agencia espacial rusa requirió de los servicios del teniente Aleksandr Ivánich, un hombre soltero, para esa misión, él se ofreció sin dudarlo.
[[RUIDO|...]]\n\nel Melitón siempre dice que quiere dejar esto. Él es muy rojo y muy bravo, pero vive soltero y bien que puede ser tan fiero cuando no tiene que dar de comer\n\n[[SILENCIO|.....]]
El Bibliotecario sólo debe ser uno. Su tarea es demasiado esencial como para ponerla en manos de cualquiera, mucho menos de un comité de varias personas.\n\nUn Bibliotecario ("El" Bibliotecario) debe llevar una vida monacal, reduciendo su contacto con el mundo exterior a la Biblioteca más que al mínimo imprescindible. No debe dejarse arrastrar por los cambios políticos o las veleidades amorosas, pues su cargo debe quedar al margen del cerebro o del corazón.\n\nEs por eso que la elección del nuevo Bibliotecario debe ser tan [[rigurosa|El examen]]...
Primero son sonidos aislados, un ruido blanco en las esquinas de la consciencia.\n\nLuego son los pasos acelerados de dos mineros a través de una galería, el resplandor rosado de las lámparas en una galería excavada en la roca, apuntalada por vigas de metal.\n\n-¿Pero qué han dicho?\n\n-Naa ¿qué va a decir el Patrón? Ni él ni los sindicatos, que nomás están de perros del señor como pa meterses en pleitos. Yo me marcho de la mina, Juan.\n\nSe escucha un chiflido largo y comienza la tracatera allá lejos, en la galería que dejan atrás.\n\n-¡Ya se que huele a gas, pero aguántese, aguántese tantito nomás, Melitón! Piense en su mujer y sus niñas, que ahorita mismo le dejan sin trabajo.\n\nMelitón le mira como si mirara a un muerto.\n\n-Mas me vale sin trabajo que muerto y no poder trabajar otro día.\n\n-¿Tan seguro estás?\n\n-Mira, Melitón. Mi padre murió en la mina. Mi abuelo murió en la mina. Y por Dios que a mí no me mata hoy una explosión de gas por más que a esos hijos de madre nos quieran muertos a todos... Vente conmigo nomás y salva tu vida también.\n\nDe repente una luz y [[todo|.]] [[se|..]] [[hizo|...]] [[oscuro|....]].
Los dos soldados recorren el pasillo ricamente decorado que da a los aposentos de Jane Grey. Tanta riqueza y tantos retratos para adornar lo que en el fondo es una carcel. "De poco le van a servir ahora", piensa el soldado.\n\n"¿Preparado?", murmura el capitán, lanzando una mirada a la ropa del joven soldado. "Y ponte firme, por el amor de Dios. Vas a asistir a la [[ejecución|Nadie le mira a los ojos.]] de una Reina.\n\nCon los nudillos da dos golpes firmes en la puerta. Tras unos instantes de silencio, una débil voz femenina se escucha desde el interior.\n\n"[[Adelante.]]"
Depresiv
"Cuando vea a la reina Jane le diré, le diré..." piensa, pero está claro que no le dirá nada. Es tan sólo un verdugo. Un asesino, el asesino que le dará muerte. Y Jane ya no es reina, desde luego.\n\nSin dejar de afilar el hacha, el verdugo masculla en voz baja insultos e imprecaciones. "Malditos... católicos, asesinos, corruptos..." Pero claro, él poco puede decir. Al fin y al cabo trabaja para ellos. El es culpable también.\n\nPor fin la ve, caminando temblorosa al otro lado de la sala, precedida de dos guardias, y acompañada del brazo por un abad católico. Cerrando la comitiva, la llorosa sirvienta, una pobre mujer inculta "que no entiende de religiones ni de lo que sucede con Inglaterra", piensa.\n\nSe asombra de lo joven que es su reina. Apenas dieciseis años. Una criatura, pálida como la nieve. "Pero qué coraje demuestra cuando avanza hacia el [[cadalso|La muerte de Jane Grey]]..."
Primero son sonidos aislados, un ruido blanco en las esquinas de la consciencia.\n\nLuego es la luz espectral y lejana de una galaxia en espiral a 70.000 años luz de la tierra. Un aro luminoso de estrellas en formación en torno a un disco de estrellas de color terroso. Un oasis de luz en mitad de la negrura del espacio.\n\nEs la galaxia NGC 1512, y amparados por su luz se encuentran un [[astronauta|El despertar del astronauta]] que despierta de su sueño criogénico... y un [[mendigo|El relato del mendigo]] en el banco de un parque de Moscú en 1879.